El día que rescatamos a Chabela comenzó con una noticia impactante en Monterrey: una vaca estaba corriendo por una de las avenidas más transitadas de la ciudad a las 7 de la mañana. Un helicóptero la seguía mientras se movía entre los carros, causando un gran alboroto. Chabela había saltado del camión que la llevaba al matadero y, aterrorizada, corría sin rumbo.
Chabela vivió con nosotros alrededor de cinco años hasta que la mastitis finalmente la venció. Ningún tratamiento lograba aliviar su dolor, un claro testimonio de los estragos que la industria láctea y el maltrato dejan en las vacas.
A pesar de todo, Chabela fue feliz esos cinco años y cambió muchas vidas. Uno de los voluntarios que nos ayudó a construir el santuario tenía 18 años cuando conoció a Chabela. Gracias a ella, se hizo vegano y decidió estudiar leyes para ayudar a los animales. Su historia es un recordatorio del impacto profundo y duradero que puede tener un solo ser vivo en el mundo. animales, estos son el tipo de vínculos que se crea con los animales rescatados en el santuario.
Salvador, con su energía y vitalidad, ha sido una fuente constante de alegría y desafíos. Aunque su cuerpo muestra signos de envejecimiento prematuro, su espíritu sigue siendo fuerte y lleno de vida.
Salvador pudo disfrutar de los amplios campos verdes y la libertad que tanto merecía. Verlo así fue la culminación de nuestros esfuerzos y el cumplimiento de nuestra promesa. Cada biberón preparado, cada cerco reparado y cada momento compartido con Salvador ha valido la pena. Estamos agradecidos por cada día que tuvimos con él. Finalmente los estragos de la industria láctea tomaron su vida pero el cambio la nuestra.
Sara nunca imaginó que su vida cambiaría tan radicalmente el día que Clarita llegó a su vida. Al principio, solo era una joven con un corazón compasivo, que recibió a Clarita como un regalo inesperado. No tenía experiencia previa con vacas ni había contemplado la idea de tener un santuario de animales. Sin embargo, Clarita se convirtió en su compañera constante, especialmente en los momentos más difíciles.
Con el tiempo, Sara y Clarita desarrollaron un vínculo profundo y especial. Juntas, superaron desafíos, compartieron momentos de alegría y encontraron consuelo en la presencia mutua. Cuando Sara se enfrentó a una de las pruebas más duras de su vida, Clarita estuvo a su lado, ofreciendo un apoyo silencioso y amor incondicional.
Después de años de convivencia y aventuras, Sara decidió dar un paso adelante. Se mudó a un terreno más grande y lo convirtió en un santuario para ayudar a otros animales necesitados, inspirada por el espíritu y la bondad de Clarita. Ahora, juntas, continúan su misión de amor y compasión, ofreciendo un hogar seguro y cuidado a aquellos que lo necesitan. Clarita, con su presencia serena y su espíritu indomable, se convirtió en el símbolo de esperanza y resiliencia del santuario, tocando las vidas de todos los que lo visitan.
En lo más profundo del mercado, donde el ruido de los compradores se mezclaba con los gritos de los animales, una vaquita llamada Fabs vivía una vida de angustia y cautiverio. Pero en medio de esa oscuridad, un rayo de esperanza nació cuando Fabs fue rescatada, a los pocos meses de llegar a Granjita TYG dio a luz a una pequeña ternera a la que llamaron Anki.
A diferencia de otras crías de vaca, Anki nunca tuvo que luchar por la leche que necesitaba para crecer y prosperar. Su madre, Fabs, siempre estuvo allí para ella, protegiéndola y asegurándose de que tuviera todo lo que necesitaba. Anki nunca conoció la sensación de ser separada de su madre o privada de su leche materna, algo que desafortunadamente muchas otras crías experimentan en la industria láctea.
Pero lo más sorprendente de Anki no era solo su relación con su madre, sino cómo su presencia impactaba en Fabs. A medida que Anki crecía, demostraba una confianza sin reservas hacia los humanos que nunca antes había visto en Fabs. La ternura y el afecto que recibía Anki de las personas a su alrededor comenzaron a calar hondo en el corazón de Fabs, enseñándole que, a pesar del dolor y la desconfianza que había experimentado, no todos los humanos eran iguales.
Con el tiempo, la valentía y la determinación de Anki inspiraron a su madre a abrir su corazón y a confiar en los humanos. Fue un proceso lento pero hermoso, lleno de pequeños gestos de amor y confianza. Gracias a Anki, Fabs aprendió a creer en la bondad de las personas nuevamente.
La historia de Anki y Fabs es un recordatorio conmovedor del poder del amor y la empatía para sanar las heridas más profundas. A través de su conexión inquebrantable, estas dos valientes criaturas demostraron que, incluso en los lugares más oscuros, la luz del amor puede brillar y transformarlo todo.
Un día, Valentina fue subida a un camión junto con otras vacas y llevada lejos de su hogar. El viaje era desconcertante; el camión olía mal y estaba lleno de basura. Valentina se sentía asustada y sola, con lágrimas en sus ojos y cicatrices en su piel que contaban una historia de sufrimiento.
Los humanos que las rodeaban parecían no notar su angustia, pero para aquellos que estaban dispuestos a ver más allá, cada marca y cada lágrima eran una llamada de auxilio. Decidieron intervenir y rescatar a Valentina.
Finalmente, llegaron al Santuario Tierra de Animales, un lugar lleno de amor y compasión. Valentina bajó del camión corriendo, buscando desesperadamente una salida. Pero en lugar de más sufrimiento, encontró seguridad y protección.
Valentina pronto se dio cuenta de que había encontrado un hogar seguro, donde podía comenzar de nuevo. Cada día, aprendía a disfrutar de los pequeños placeres de la vida, rodeada de amistad y comprensión. Junto a su amiga Clarita, exploraba los prados del santuario, dejando atrás el pasado lleno de dolor.
Ahora, Valentina vive feliz en el santuario, rodeada de amigos y acompañada de su querida amiga Clarita. Aunque algunos puedan pensar que las historias como la suya no son interesantes, la verdad es que todos los seres merecen amor y compasión, sin importar su especie.
La conocimos en un mercado de animales, un lugar espantoso conocido como el Puente de San Bernabé. Este mercado es tristemente célebre en la zona como el “mercado de desechos” debido a que allí se venden animales en condiciones muy deplorables. El mercado estaba muy cerca del santuario y fue allí donde supimos de Fabs, una vaca muy joven, que no llegaba al año de edad. Fabs estaba extremadamente flaca y había sido maltratada por personas.
La liberación de Fabs no fue fácil, pero finalmente logramos rescatarla. Una vez con nosotros, el mayor desafío fue ganarnos su confianza. Estaba tan traumatizada que no permitía que nadie se acercara a ella. Nos recomendaron que la cepilláramos con una escoba para que poco a poco se diera cuenta de que podía confiar en nosotros. Su recuperación física fue más rápida que la emocional; pronto comenzó a ganar peso y disfrutar de su libertad, corriendo felizmente por el santuario.
Un día, noté que Fabs estaba ganando peso muy rápido. Inicialmente, pensé que estaba recuperándose muy bien, pero luego descubrimos que estaba embarazada. Así, ese día no solo ayudamos a liberar una vida, sino dos. Unos meses después, nació Anki, en completa libertad. Desde el primer día, Anki ha conocido la libertad y ha estado siempre al lado de su madre. Nadie le ha quitado la leche que era para ella, y eso ha hecho una gran diferencia en su desarrollo y bienestar.
Con el tiempo, incluso Fabs comenzó a confiar en nosotros y ahora es muy cariñosa. Hoy, Fabs es la líder del grupo de vacas y toros en el santuario, y es muy respetada por todos. Su historia es un testimonio de la capacidad de recuperación y la importancia del amor y la libertad para todos los seres vivos.
Había nacido en una lechería, lo que significaba una vida de encierro, dolor, separación de sus hijos y, al cabo de años de miseria, ser enviada al matadero. Sin embargo, un grupo de activistas por la defensa de los animales logró cambiar su destino y la sacó de ese horrible lugar.
La noche en que Esperanza llegó al santuario, su presencia nos llenó de emociones encontradas. Era la primera vez que cuidábamos de una ternera recién nacida, con solo unas horas de vida. Estábamos llenos de nerviosismo y ansiedad. Aunque conocíamos la teoría, cada movimiento, cada sonido que hacía Esperanza nos hacía preguntarnos si era normal o si algo estaba mal.
Conforme pasaron los días, nuestra preocupación no disminuyó. Algo no estaba bien con Esperanza. Notamos que a veces emitía un pequeño ruido al respirar o tosía. Decidimos llamar a un veterinario para que la revisara. Cuando llegó, observó a Esperanza corriendo y saltando con una energía inesperada. Según él, esperaba encontrarla lánguida, con fiebre o en un estado mucho más grave. No obstante, a pesar de su evaluación inicial, insistimos en que algo no andaba bien.
El veterinario, ante nuestra preocupación, decidió examinarla más detenidamente. Al auscultar sus pulmones con más atención, finalmente escuchó un ruido respiratorio anormal. Esperanza tenía neumonía por aspiración. Este diagnóstico nos hizo comprender lo frágil que era su vida y lo vital de nuestra labor para mantenerla a salvo.
Desde ese momento, nuestra responsabilidad se volvió aún más evidente. Cada día nos llenaba de nerviosismo, pero también de una profunda dedicación. El bienestar de Esperanza dependía enteramente de nosotros. Con paciencia y mucho amor, seguimos cuidándola y vigilándola de cerca.
Hoy, Esperanza es una vaca sana, curiosa y cariñosa. Verla tan grande y fuerte nos llena de emoción y orgullo. Su crecimiento y bienestar son testimonio de nuestro esfuerzo constante y nuestro amor incondicional. Desde el primer día hasta ahora, hemos cuidado de ella con la misma dedicación y nerviosismo, sabiendo que cada pequeño detalle cuenta. Y así, con Esperanza a nuestro lado, aprendemos y crecemos juntos, agradecidos por la oportunidad de ofrecerle una vida llena de amor y libertad.
Alba nació en una lechería, un lugar donde su valor se medía por su capacidad de producir leche. Sin embargo, Alba no podía tener hijos y, por ende, no podía producir leche. En el mundo pragmático de la industria lechera, esto la condenaba. Los dueños decidieron deshacerse de ella, pero un trabajador, movido quizá por la pena o por la oportunidad de ganar algo extra, la puso a la venta por internet.
En este punto de la historia, entra en escena una persona de buen corazón. Al ver el anuncio, supo que tenía que hacer algo para salvar a Alba. Comenzó las conversaciones con el vendedor, pero pronto se encontró con una amenaza cruel: si no compraba a Alba, la venderían a una fábrica de subproductos de carne, donde su destino sería aún más sombrío.
Decidida a salvarla, esta persona llevó a Alba a su casa. Aunque solo tenía espacio suficiente para su caballo, hizo lo posible para alojarla temporalmente. Sin embargo, Alba no solo necesitaba un techo; estaba enferma, con diarrea y su salud deteriorándose rápidamente. Fue entonces cuando nosotros supimos de su situación y decidimos intervenir.
Con la firme convicción de que “la casa es chica pero el corazón es grande”, fuimos a buscarla. Alba estaba en un estado de salud delicado, gravemente deshidratada. Un veterinario la revisó y la dejó con antibióticos y terapia de fluidos, esenciales para estabilizar su condición.
Al llegar al santuario, la llevamos a la zona de cuidados especiales. Allí, con mucho amor, acomodamos el suero, calentamos el lugar y le pusimos almohadas para que pudiera descansar cómodamente. En ese momento, Alba bostezó de una forma tan profunda y tierna que nos conmovió a todos. Fue un gesto sencillo pero lleno de significado, una señal de alivio y de esperanza.
En la granja lechera de Tizimín, Clarita fue rescatada. Aunque el sol brillaba con fuerza, sus ojos reflejaban una profunda tristeza, como si llevaran el peso de muchos años de dolor. Desde muy pequeña, había sido separada de su madre, una triste realidad para muchas vaquitas destinadas a la explotación en la industria láctea. Pero ese fatídico día marcó un nuevo comienzo para ella.
Desde el momento en que llegó a Tierra de Animales, Clarita encontró refugio y amor. Rodeada de amigos y cuidada con ternura, descubrió la verdadera felicidad. Aquí, en este santuario lleno de compasión, nunca más conocería el sufrimiento ni la explotación. Y para nosotros, verla feliz y libre es motivo de profunda alegría y gratitud.
Las vacas, con su naturaleza cariñosa e inteligente, tienen la capacidad de conquistar nuestros corazones, y Clarita no es una excepción. Es una vaquita juguetona y afectuosa, que disfruta de cada caricia y cada momento de afecto. Sus siestas bajo el sol son testigos de su paz y tranquilidad, y su amistad con Valentina es un hermoso ejemplo del increíble vínculo que estas nobles criaturas pueden formar.